martes, 23 de noviembre de 2010

Autoridad y autoritarismo

Dicen los expertos en pedagogía que la autoridad no se impone, que los niños aprenden a respetar esta figura porque intuyen en ella que les puede enseñar cómo afrontar su vida futura y les da seguridad. Ya les digo yo que no hay cosa peor que le puedan decir a un padre/madre. Todos los días pienso en esta máxima y cada día me siento más inutil y más frustrada en mi supuesta tarea de educar al "cabestro". Sí, porque lo que yo emano, para mi hijo, debe ser parecido a lo que yo veía en los payasos de la tele: unos señores divertidos a los que no había que hacer caso para nada.

Porque es complicado decir a un mocoso de tres años que se ponga el abrigo y que él, por toda respuesta, lo tire al suelo y lo pise. A la primera, intentas mantener la calma, acordarte de todas esas cosas que leías en las revistas y mostrarte firme; a la segunda, tu tono ya es más un berrido que un sonido humano y, a la tercera, maldices a todos los que "prohibieron" el cachete porque estás convencida de que "un tortazo a tiempo es de lo más pedagógico". Seguro que sabéis a lo que me refiero. Y seguro que más de una vez habéis querido ver en vuestro lugar a todos los Antonios Marina, Javier Urra o Rocío Ramos-Paul a los que tan bien se les dan las cosas en la teoría.

Por eso, desde aquí aviso y recomiendo a todos estos "gurus" que tengan mucho cuidado con lo que dicen porque serán muchos los padres que saldrán entusiasmados de una de sus charlas pero que comprobarán a los dos minutos que el papel lo aguanta todo, pero que la mayoría de las veces la realidad se impone. Y serán esos mismos padres los que además de impotentes ante el desafío del crío, se sentirán como una bayeta por no saber "emanar" esa autoridad sin autoritarismo.

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