miércoles, 23 de abril de 2014

¿Jugamos al balón?

Sábado tarde de final del invierno. Hora de la siesta. Día frío pero soleado. Yo, delante del ordenador, veo como Alejandro ya lleva consumida más de una hora de Ipad. Como Juan está dormido, le queda un rato de siesta y, como todavía anochecerá temprano, propongo a mi santo que lleve al niño a jugar con el balón al parque. Al principio, Alejandro se hace el remolón... la idea de seguir viendo más pelis en el Ipad tira mucho... pero luego dice "vale, bajamos a jugar, pero quiero ir con mamá". En ese momento maldigo mi maravillosa idea porque si algo que me apetecía más que jugar al fútbol era sacarme un ojo.

Yo no es que se sea muy de jugar con los niños. Básicamente preferiría leer un libro mientras que ellos se desfogan en el parque. Pero me han salido participativos y, normalmente, me incluyen en sus juegos. La tarde referida, no tuve más remedio que bajar, la idea había sido mía al fin y al cabo, y a regañadientes cogí el balón y enfilamos para el parque. La verdad es que lo pasamos genial. Primero yo hacía de portera y pateaba él. Después cambiábamos. Luego había que marcar de jugada, uno atacaba y el otro defendía... y así mucho, mucho rato. Subiendo a casa me recordé a mi misma un par de horas antes y dí gracias por haber podido compartir ese rato con mi niño mayor.

Además de pasarlo de lo lindo, recordé mis tiempos de fútbol y comprobé que tampoco había perdido tanto toque -cosa que no es muy difícil ya que nunca salí de la condición de "mediocre"-. A esas tardes, han ido siguiendo otros ratos, sobre todo en estas vacaciones de Semana Santa, donde las mañanas pasaban entre chutes, saques de esquina y paradones. Al principio tenía que dividirme entre la recién estrenada pasión futbolera de Alejandro y la pasión por tirar palos al río de Juan... Después, Juan se unió a nuestros juegos y poco a poco iba aprendiendo a darle al balón en otra dirección que no fuese "para adelante".

La verdad es que espero que cuando sean mayores recuerden estos ratos de juegos y no tanto mis ataques de orden, enfados y discusiones con ellos. Yo, por mi parte, prometo hacer lo mismo... Y si algún día alguno destaca con el balón, quién sabe, ¡igual hasta cuentan en las entrevistas que aprendieron a darla jugando con su madre!