jueves, 30 de junio de 2011

El Rey León

Una tiene a veces la sensación de que el día que repartieron los sentimientos hacia los demás Alejandro estaba fuera de la lista. Sí, cuando me lanza una mirada de esas que paralizarían a un ejército entero o se tira como un lobo a pegarme porque no le ha gustado alguna de mis "órdenes", pienso que, con sólo tres años, se comporta como un sádico de esos que salen en la tele. Y me apena mucho pensar que, si no cambia, cuando sea un adulto será un manipulador sin sentimientos o sufrirá mucho a causa de sus arranques descontrolados.

Por eso, cuando el otro día vimos en familia "El Rey León", me sentí en parte aliviada y en parte hinchada de ternura. El hecho de ver al niño un poco angustiado por la suerte que correría Simba en la estampida provocada por las hienas y cómo lloraba cuando el padre del "leoncito" muere en el intento de salvarle, me dio la tranquilidad de saber que se preocupa por los demás, que puede demostrarlo y que no tiene tan mal fondo como a veces puede parecer.

Que nadie piense que me gusta verle sufrir, pero poder tenerle abrazado y secarle las lágrimas mientras le explicaba que aunque el papá del león ya nunca estaría con él encontraría unos amigos que le protegerían y acompañarían siempre, fue uno de los mejores momentos del día. No solo por lo ñoñas que a veces nos ponemos las madres, sino porque también sirvió para que entendiese, en su mente de niño, que quizá habrá gente a la que adore que desaparecerá, pero que siempre habrá otros dispuestos a consolarle y ayudarle a seguir.

lunes, 20 de junio de 2011

Volvemos a la carga. Hermanos

Hace exactamente cuatro meses de mi última entrada en este blog. En ese tiempo, la fierecilla se ha convertido en hermando mayor por la gracia del nacimiento de Juan, que llegó a este mundo sano, feliz y tranquilo el 5 de marzo del presente año. Tenía una miedo de la reacción del mayor ante la llegada del intruso, pero lo cierto es que está siendo el perfecto HERMANO MAYOR. Lo pongo con mayúsculas porque desde el principio, el bueno de Alejandro, ha interiorizado su papel como hermano y lo desarrolla a la perfección.

Es alucinante ver cómo le hace caricias, le cuida, le canta, le mima y le cuenta cosas. Desde el punto de vista del bebé, casi cuesta creer lo tranquilo que se queda cuando tiene a su hermano cerca y lo que le sonrie y cómo busca su voz cuando sabe que está en casa. Ya desde tan pequeños ver como se afianza esa relación es motivo de orgullo para nosotros.

Esto, sin embargo, no significa que Alejandro nos ponga las cosas fáciles, porque una cosa es ser el hermano perfecto y otra el hijo perfecto... y ahí nos queda mucho por mejorar. Yo, de momento, sólo pienso en que Juan no interiorice ciertos comportamientos y actitudes de Alejandro y que, aunque físicamente sean tan parecidos que casi asusten, no tenga el genio, carácter y hábito oposicionista de su hermano. Que se quede, por contra, con su alegría de vivir, su imaginación y su capacidad de negociación y liderazgo... Sí, hablo de un niño de tres años y medio, pero hay que ver como negocia a veces...

Después de haber "desengrasado" mi teclado, espero ir actualizando este blog en las largas horas de siesta, que si algo tienen mis niños es que duermen fenomenal.