viernes, 30 de septiembre de 2011

Huyendo como las ratas

Las mañanas son mi "espacio particular" en casa. Resulta que me levanto la primera. Eso me permite, a pesar del madrugón, desayunar y ducharme tranquilamente. Además, quizá porque  las tardes con los niños son enteramente mías, reconozco que me encanta la sensación de salir de casa sin tener que haber estado pendiente de coger pañales, vestir a uno, cambiar al otro, mirar si hay agua y leche para el biberón en la bolsa, coger chaquetas y todas esas cosas que hacemos las madres antes de salir de casa.

Por eso, cuando ando trasteando por el pasillo buscando el bolso, o en la cocina llenado el tupper de la comida, procuro hacer muy poquito ruido, no sea que alguna de las "fierecillas" vaya a despertarse. Eso supondría, no sólo dar al traste con mi horario preestablecido para salir y no llegar tarde, sino tener que calmar, coger o dar agua a alguno de mis retoños que ya harán difícil la tarea de irme al trabajo tranquila y ajena a todo.

Esta última semana, Juan, el pequeño, está cogiendo la costumbre de despertase justo cuando yo voy a enfilar para la puerta. La verdad es que el enano tiene un despertar de lo más agradecido. No llora, ni nada, y sólo empieza a parlotear, a coger muñecos o a cantar hasta que alguien decide hacerle un poco de caso. En ese momento, saca la mejor de sus sonrisas para pedir que lo cojas. Yo, sabedora de esta costumbre, me enfrento cada día a un dilema: ¿me acerco a darle un beso rápido para que venga papá recién salido de la ducha a cogerlo o me escapo como las ratas porque sé que lo del beso rápido es una quimera?

1 comentario:

  1. :)
    ...mmm....yo optaría siempre por la primera opción, aún arriesgándome a llegar tarde! jejeje...

    ResponderEliminar