lunes, 4 de junio de 2012

El primer "no cumpleaños"

Tenía que suceder. Hace algunas semanas mi hijo mayor tuvo su primer "no cumpleaños", es decir, la primera fiesta a la que no le invitaron y él fue plenamente consciente de ello. A decir verdad, ya sufrió este revés en la guarde cuando la madre del niño P decidió que Alejandro fuese el único niño de la escuela infantil que no iba a la fiesta de su hijo... pero aquella decepción nos la tragamos sus padres solitos ya que la criatura, con un año y pico, no se enteró de nada.

Hace un par de semanas, el niño B y la niña L celebraban sus respectivos cumpleaños, uno un martes, la otra al día siguiente, y a ninguno de los dos fue invitado Alejandro. Para los que no tienen niños y se atreven a leer blogs como este, explicaré que hay dos modalidades de celebración del cumpleaños en los colegios. Algunos se organizan y celebran la fiesta por "tandas" invitando a toda la clase. Celebran varios juntos, se regala en bloque y así todos participan y nadie se siente excluido. En el cole de mi hijo no hemos llegado a ese nivel de organización y lo hacemos a la antigua usanza: se invita a unos cuantos amiguitos y el resto queda fuera. Eso sí, regalo del que cumple para toda la clase -el sustituto de nuestros sugus- sigue habiendo.

Quizá esta segunda opción es más "cruel" pero yo me consuelo diciendo que en la vida siempre quedarás fuera por algo: no te cogerán en la primera entrevista de trabajo, habrá otro que se ligue a la guapa del instituto y quizá no te saques el carnet de conducir a la primera. Por eso, cuanto antes nos vayamos acostumbrando a las frustraciones, mejor, pienso yo... Aunque habrá quien crea que soy una madre muy bruta, que de todo hay.

Siguiendo con el niño B y la niña L, la decepción llegó por partida doble: además de no ser invitado, sí lo fueron todos los niños que forman grupo con el mío. Las razones por las que él fue excluido, no las sé. A estas edades hoy tienes un "mejor amigo" y mañana no quieres ni verle y me imagino que por ahí irían los tiros. El caso es que, sobre todo el primer día, el del niño B, Alejandro salió como si tal cosa y me dijo tan tranquilo: "Ahora vamos al cumpleaños de B". Yo le contesté que no podíamos, que no nos habían invitado y él, ya a punto de llorar -no había colado-, me juraba y perjuraba que tenía la invitación en el bolsillo, pero que la había perdido.

Y ahí empezó mi lección de madre coraje que por un lado habría querido evitar a su niño el sufrimiento de saberse excluido pero, por otro, estaba convencida de que todo no se puede tener en esta vida. Además, todo hay que decirlo, nosotros a B no le invitamos al de Alejandro... y por ahí empezó mi "discurso de convencimiento". Luego seguí con que, aunque todos sean amigos, hay que poner el límite en algún sitio y que B, para demostrar que quiere mucho a sus compañeros, pues les había llevado un detalle a todos. Coló a medias. Eso sí, al día siguiente, con el cumple de la niña L, mi campeón se inventó un "mecanismo de defensa" y me contó a la salida que ese día "como es el cumple de L hemos ido todos los del comedor a comer al Burguer, y nos lo hemos pasado fenomenal". El que no se consuela...