lunes, 11 de julio de 2011

La ventaja de ser el segundo

Desde que me quedé embarazada de Juan hemos trasmitido a Alejandro la importancia y la "suerte" que tiene de ser el "hermano mayor". Ha sido una manera de ir preparándole para la llegada de su hermano haciéndole ver lo importante que sería él para el bebé. De esta forma, también, dejábamos enterrado el papel de "príncipe destronado" que se supone siempre a los mayores y le dábamos un nuevo estatus en la familia, al pasar de ser el "único" a ser el "mayor", cosa que dicha así mola mucho, pero que a los niños no debe gustarles tanto. Para rizar el rizo, nos inventamos otro vínculo más con él antes de la llegada del hermanito, ya que tanto su padre como yo "somos también hermanos mayores".

Ahora, cuatro meses después de la llegada de Juan, viendo las cosas con cierta distancia y comparando, es inevitable, la experiencia de uno y de otro, tengo que llegar a la conclusión de que ser el segundo también tiene muchas ventajas. Ahora hablo desde el punto de vista de los padres hacia el bebé. Como dice mi marido "con Alejandro todo era mucho más intenso", pero con Juan tenemos la calma y el grado que da la experiencia.

Creo que lo mejor que ha podido tener Juan en estos primeros meses de vida ha sido todo el entrenamiento como madre que me ha facilitado su hermano durante tres años y pico. Con el tiempo me he dado cuenta de que si algo me costó con el primero fue asumir que había perdido "mi independencia".  Las cosas ya no eran cuando YO quería, sino cuando PODÍA y me dejaba el bebé. Y no sólo al principio, sino para siempre. Ese aprendizaje ha sido crucial para afrontar la llegada de Juan con mucha más serenidad y con la impresión de que no pasa nada por ducharse dos horas más tarde o salir de casa diez minutos después. 

Reconozco que antes de parir al segundo de mis hijos tenía cierto miedo en cómo haría para encajarlos a los dos en mi vida y mi rutina como madre. Alejandro es muy acaparador y sentía que si Juan era tranquilo, como así ha sido, seguiría pendiente de las "trastadas" y ocurrencias del mayor, dejando al otro en un sengundo plano. Nada más lejos de la realidad. Ciertamente, la naturaleza es muy sabia, ya que sabe colocarnos a cada uno en nuestro lugar de una forma natural y sin estridencias. Ambos, Juan y Alejandro, Alejandro y Juan, tienen ya su espacio y su tiempo y, la verdad, ha sido fácil darles a cada uno lo suyo, en cada momento, y cuando lo necesitan.

Lo verdaderamente sorprendente, y yo diría que mágico, es que aún así, he podido ir a buscar a mi hijo mayor casi todos los días al cole desde que nació su hermano; hemos podido seguir saliendo al parque como antes y sigo dejándole y recogiéndole en sus actividades como cuando tenía sólo un hijo. Y todo con tranquilidad y respetando los horarios del bebé.