viernes, 21 de enero de 2011

Terapia

Es de personas inteligentes reconocer los problemas y las propias limitaciones y, bueno, yo me considero inteligente, o por lo menos realista, por eso, una vez que fui consciente de que con mi sentido común y las enseñanzas innatas de mis padres no iba a ser capaz de "adiestrar" a la fiera, decidí pedir ayuda profesional. En acuerdo con el padre acudimos a una psicóloga infantil y el resultado ha sido estupendo.

Digo esto, porque entiendo que haya gente que piense que son cosas de niños, que ya se les pasará, que es la edad... o simplemente que este tipo de profesionales no van a ser la panacea ni a resolver los problemas de golpe. Como decía, entiendo estos argumentos, pero, por lo menos para mi, cuando llegó el momento en que fui consciente de que paso más tiempo "peleando" con mi niño que disfrutando de él -y sin ningún resultado- consideré que hacía falta un cambio de estrategia porque la mia -nuestra- no funcionaba.

Por eso, la llegada de Mar a nuestras vidas ha sido un bálsamo. Pequeñas pautas, personalizadas para nuestro enano, pero muy efectivas; pero, sobre todo, la tranquilidad que da exponer el problema a alguien ajeno, experto, que no quita hierro al asunto pero tampoco lo trata como si fuese el fin del mundo, que te da esperanza de que las cosas van a cambiar y, además, te aporta confianza en que lo que haces, lo haces bien. Sólo hace falta cambiar algunas cosas.

Desde entonces yo estoy mucho más tranquila, Alejandro está mucho más tranquilo y nuestras tardes vuelven a ser divertidas. Nadie pasa por alto sus obligaciones y, lo que es mejor, el niño lo hace todo convencido y no sólo por evitar los castigos o privaciones. Es mucho más reactivo a lo que le decimos y sabe de antemano que sus actos tienen consecuencias, pero sin histerias, ni charlas innecesarias y sin subir el tono. Ahora, sus rabietas duran mucho menos y son más controladas y todos, en general, estamos mucho más contentos.

Y todo esto sin olvidar algo que nos dijo la psicóloga y que es para pensar: "el niño tiene un carácter, que moldeará con el tiempo y no podrá hacer sin vuestra ayuda. De los dos a los cinco años fijar ese carácter de manera positiva es fundamental. Luego todo es mucho más difícil y los resultados no tan buenos". Asi que ahí estamos, avanzando todos de la mano experta de Mar. 

viernes, 14 de enero de 2011

De vuelta, y más tranquilos

Tenía mucho respeto a las vacaciones de Navidad, porque eran las primeras que pasaría enteramente con el enano en casa y tal y como se estaba portando los días previos... El año pasado, y el anterior, él seguía acudiendo a la escuela infantil aunque yo tenía algunos días libres por la Navidad. Finalmente, puedo decir que han sido unas vacaciones tranquilas y muy disfrutadas. Aunque también han tenido momentos muy tensos...

Para empezar ha sido una pasada ver como Alejandro ha disfrutado de estas fechas, las de los niños por antonomasia. Papá Noel, los Reyes Magos, Nochebuena, "Nochemala" -así llamó a la Nochevieja...-, las cenas familiares, los regalos, la cabalgata de Reyes, ver belenes, las luces.... Todo ha sido un descubrimiento y todo le ha encantado. Además, poco a poco, ambos hemos establecido una pauta de "comportamiento" y él ha ido entendiendo dónde estaban los límites, aunque nos ha costado mucho al principio.

Sus reacciones ante el "no se puede hacer eso" o hacia el castigo, cuando era necesario, empezaron siendo muy desmedidas, para irse apaciguando poco a poco. Así, ahora está siendo muy gratificante disfrutar de estos momentos de "calma", en los que se muestra colaborador, disfruta conmigo y yo con él, es cariñoso... Claro que la situación ha ayudado mucho a que yo recobrase mi propia tranquilidad lo que también ha sido determinante para la buena "convivencia".

Por eso, esta mañana he venido contentísima al trabajo porque se ha despertado muy pronto, me ha pedido un "beso y un abracín" y justo cuando salía de la habitación me ha dicho "espera, que te doy otro en la puerta". Y allí estábamos los dos, en el recibidor abrazaditos y recibiendo besos. Y así he llegado yo al Cercanías, con una sonrisa tonta en la cara que no la borraba nadie...